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Opinión

Los necios del internet y Verificado 2018 Del dicho al hecho… Por Marian Quintana

Este domingo pasado se llevó a cabo el primer debate presidencial entre los 4 candidatos y la candidata contendientes. Al menos 11 millones de personas en México estuvimos sintonizadas para ver y conocer de primera mano lo que se discutió en este ejercicio democrático, muchas otras personas lo están experimentando a través de lo que se dice y decimos en los medios de comunicación. Era de esperarse que representantes y simpatizantes de cada partido vocearan a lo largo y ancho de las redes sociales el “triunfo” de su candidato (lo pongo en masculino pues no he visto aún nadie que haya publicado que Margarita ganó el debate), salvo del Bronco que no cuenta con partido y al parecer gran parte de su base es tan inconsistente como las firmas que presentó ante el INE. Era de esperarse también la generación masiva de memes, simpáticos y válidos algunos de ellos, pero al fin reducciones simplistas que ahorran el trabajo de analizar, pensar, ponderar y contrastar información que en este caso debiera ser de importancia. Lo que no se esperaba es que algunos datos y cifras expuestos en el debate se sometieran al escrutinio para comprobar su veracidad y así nos dimos cuenta de quiénes mintieron, cuántas veces lo hicieron y sobre qué temas en específico.

Por primera vez en la historia de los medios de comunicación las personas dejamos de ser únicamente receptoras de mensajes y nos hemos convertido también en productoras de los mismos con el uso de las redes sociales. El profesor canadiense Marshall McLuhan (1911 – 1980), quien es considerado como uno de los grandes visionarios sobre la presente y futura sociedad de la información, dijo que la guerra total y real se había convertido en la guerra de la información y que ésta se libraba constantemente a través de los medios de comunicación. Si la afirmación del Doctor por la universidad de Cambridge es cierta ¿qué papel estamos jugando cada quien en esta nueva guerra?

El afamado escritor italiano Umberto Eco (1932 – 2016) en su obra póstuma De la estupidez a la locura, una serie de artículos que publicó a lo largo de quince años y seleccionó personalmente antes de morir para formar este su último libro, escribe en uno de ellos sobre los “necios de la Web” como personas que tienen la posibilidad de expresar sus opiniones o sus desvaríos como él los llamó a audiencias altísimas como nunca antes, ello permitido por la existencia de las redes sociales y dichas opiniones se confunden ahora con muchas otras expresadas por personas razonables.

Existe en México una iniciativa llamada Verificado 2018 que se encarga de contrastar noticias malintencionadas o imprecisas con datos reales mediante un riguroso trabajo periodístico, un esfuerzo encomiable en el que colaboran más de 60 medios, universidades y organizaciones civiles, para permitirnos a la sociedad saber qué de lo que se dice es cierto y qué no y así podamos apoyarnos en información confirmada para poder tomar una decisión más razonada en estas elecciones. Este enorme servicio que se nos presta a la sociedad debe ser valorado, respetado y aprovechado por la ciudadanía que busca ejercer un voto informado.

Es probable que aún no existan criterios para medir el impacto social que tienen las “fake news”, lo que sí existe ya es un desmesurado poder para manipular vastos números poblacionales, generar violencia e intolerancia y confrontación en vez de diálogo en manos de cada persona que hace uso de sus redes sociales. La única manera de contrarrestar estos efectos negativos es generar una audiencia responsable y lograrlo es un deber de todas y todos, pues mientras sigan invisibilizados los efectos ocultos del mal manejo de la información seguirán teniendo un impacto inmensurable en el usuario, por ello la importancia de verificar los datos. Uno de estos efectos de los medios en la política es que las políticas han pasado a segundo plano y la imagen de la persona se ha convertido en el primer plano, lo cual es más fácil manipular que el contenido de sus propuestas si es que alguien está enterado de ellas. Las redes sociales no se prestan a los análisis y las discusiones de ideas, sino al combate con estereotipos; son vehículos la mayoría de las veces a través de los memes, de “juicios sintéticos gráficos” sobre los protagonistas de la política y a veces tienen fundamento en la realidad, pero otras veces no lo tienen.

Es importante definir qué papel quiere jugar cada quien en la guerra que mencionaba McLuhan, debemos asumir una posición definida y comprometernos con ella. En este proceso de construir una verdadera democracia en nuestro país, somos para bien o para mal co-creadores del ambiente de tensión social que estamos experimentando y del que muchos ya no quieren ser parte. Lo que publicamos genera un impacto en las percepciones de la gente y se observa en las redes una competencia feroz por ser quien tiene la primicia del dato (real o falso), el meme más creativo sin considerar susceptibilidades en el mensaje gráfico que muchas veces es violento, misógino o discriminatorio. Se compite, se ofende, se polariza y se divide a la audiencia sin una mínima responsabilidad y por otro lado se lee de mucha gente que afirma que el cambio está en nosotros mismos.

Para finalizar les dejo con una reflexión de Umberto Eco que guarda relación con los impulsos que hacen que las redes se encuentren saturadas de mensajes sin fondo y con propósitos meramente individualistas simplemente por llamar la atención, el tipo de mensajes que hacen que vayamos perdiendo la guerra de la información. Sostengo la esperanza de que podamos revertirla y nuestros mensajes sean reflejo de nuestro propio contenido como personas, personas de contenido real que queremos un Mexico mejor.

“Cuando yo era joven, había una diferencia importante entre ser famoso y estar en boca de todos. Muchos querían ser famosos por ser el mejor deportista o la mejor bailarina, pero a nadie le gustaba estar en boca de todos… en el futuro esta diferencia ya no existirá: con tal de que alguien nos mire y hable de nosotros, estaremos dispuestos a todo.”

 

Gracias por leerme. Hasta la próxima.

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Publicidad Caleb Ordoñez 

Opinión

La valentía de ser uno mismo. Por Itali Heide.

La mayoría de los días, odio mi cuerpo. Algunos días aparece como un disgusto pasivo, mientras empujo las inseguridades que viven dentro de mí a un segundo plano. Otros días, consume mi mente. El aspecto de cada uno de mis rincones me atormenta los días en los que no soy capaz de mirar más allá del físico de mi existencia.

Es especialmente difícil cuando me considero feminista y positiva con respecto al cuerpo. ¿Cómo puedo apoyar y amar el cuerpo de los demás y, sin embargo, encontrar espacio para odiar el mío? Parece casi hipócrita, pero no puedo encontrar la manera de evitarlo.

Me levanto por la mañana y decido que hoy me voy a querer a mí misma. Me ducho, me maquillo, me pongo un atuendo con el que me sienta feliz y luego pierdo toda la confianza en mí misma cuando me veo en el espejo. Tal vez tenga algo que ver con el hecho de que he ganado más de un kilo desde la cuarentena. Pero lo más probable es que tenga que ver con el hecho de que seguimos siendo bombardeados con estándares imposibles a los que nos hacemos responsables, incluso cuando no exigimos a los demás el mismo estándar.

No todos los días son así. A veces, mi maquillaje se ve justo como quiero. Mi outfit parece haber sido elegido por un estilista. La confianza en mí misma se dispara en esos días, aunque son poco frecuentes. En esos días, aprovecho al máximo lo que soy. Quién sabe, quizá en los días malos recuerde quién era cuando me sentía yo misma.

Al fin y al cabo, cuando más nos sentimos como nosotros mismos estamos contentos con nuestro aspecto, ¿no? Ni siquiera tiene una correlación con el físico, pero impacta directamente en la forma en que nos sostenemos y nos sentimos cuando entramos por la entrada de algún lugar. Parece que pensamos que todo el mundo es perfecto. Nos fijamos en lo que no tenemos en los demás, e ignoramos lo que sí tenemos cuando los demás no lo tienen. Parece ser la naturaleza humana, pero me gusta creer que nos hemos enseñado a pensar que la perfección es la única forma de ser.

Los estándares de belleza han existido desde que la humanidad ha dado valor a la apariencia de las personas (especialmente a la mujer). El poder que tiene sobre nosotros es asombroso, sobre todo si tenemos en cuenta que hemos borrado el cuerpo humano natural de la existencia y lo hemos sustituido por un cuerpo de modelo que se supone que representa la mejor versión de nosotros mismos. La verdad es que la mejor versión de nosotros mismos no necesita dietas, ejercicio excesivo, photoshop, filtros y poses incómodas.

¿Qué necesita realmente la versión auténtica de nosotros mismos? Necesita correr, explorar, tocar, sentir, llorar, reír, aprender y ser libre. Nuestro cuerpo está hecho para mucho más que para convertirse en una estatua de los estándares de belleza, y a menudo nos olvidamos de ello. Nos negamos a salir de nuestra habitación sin maquillaje, sin un atuendo que nos haga sentir seguros, sin algo que cubra la autenticidad que nos hace ser quienes somos.

Quien eres, es quien estás destinado a ser. Si quieres ponerte delineador de ojos, adelante. Si quieres llevar capa y vestido, hazlo. ¿Quieres ir al gimnasio y ponerte musculoso? Nadie te lo impide. La vida es un juego y tú eres el avatar que tienes la suerte de personalizar. Sin embargo, no olvides que eres igual de valioso sin todas esas cosas. El mundo está hecho para ser disfrutado, y nada superficial te dará las herramientas necesarias para sentirte realmente feliz en el mundo. Sé tú mismo, pero no olvides que eres más que lo que aparentas ser.

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Opinión

El precio caro de la moda barata, Por Itali Heide

La vida moderna en la era del hipercapitalismo está llena de daños medioambientales inevitables – desde viajar en avión, los plásticos de un solo uso, hasta los pedidos de comida a domicilio – la contaminación parece ser algo natural para nosotros en esta época. Cuando se trata de la ropa que usamos, a menudo los impactos son menos que obvios.

La industria de la moda produce el 10% de todas las emisiones de carbono de la humanidad, lo que le ha valido ser de los mayores consumidores de agua y contaminar los océanos de la Tierra con peligrosos microplásticos, que acaban en nuestras playas y llegan al interior de los cuerpos de las criaturas que llaman al mar su hogar. La industria que nos ha mantenido al tanto de los trends en el mundo de la moda es el segundo mayor contaminante del mundo, solamente detrás de la industria petrolera. Entre más crece la industria, el daño medioambiental empeora de forma exponencial, también.

A medida que los consumidores alrededor del mundo compran más ropa, especialmente de empresas de fast fashion barata cuya popularidad no deja de aumentar, como Shein, Fashion Nova y Zara, por nombrar sólo algunas, el peaje para el medio ambiente se hace notar. La gente no sólo compra más del doble de ropa que a principios del milenio, sino que además conserva la ropa la mitad de tiempo.

Las tendencias cambiantes y la necesidad constante de validación alimentan la necesidad de comprar más y más, lo que conduce a una relación tóxica entre el consumidor y la empresa. Cuanto más compramos, más sufre el mundo y más validamos a las empresas que se aprovechan de nuestras inseguridades y de nuestra necesidad de impresionar constantemente.

La industria textil y de la moda tiene una cadena de suministro larga y compleja, que empieza en la agricultura y la producción petroquímica, hasta la fabricación, la logística y la venta. Cada proceso conlleva su propio conjunto de pesadillas, ya sea el impacto medioambiental o humano, ya que la industria explota a miles de personas en países de bajos ingresos por unos pocos centavos. Los impactos vienen en todas las tonalidades del arcoiris, empeorando a medida que el mundo sólo continúa por su camino orientado al consumo, en lugar de tomar las medidas necesarias para mejorar el futuro de la industria.

Entonces, ¿qué se puede hacer para frenar la contaminación? Puede que sea demasiado tarde para borrar todo el daño causado, pero nunca es demasiado tarde para mejorar. La moda sostenible es la respuesta, pero es un término que se utiliza cada vez más (y de forma exagerada) y que no suele estar respaldado, ya que las empresas prefieren utilizarlo para dar un lavado verde a su marca y (como es lógico) vender más ropa. La verdadera moda sostenible significa comprar menos y comprar de forma más inteligente, aunque hay muchas más cosas que pueden englobarse en este término.

¿Qué significa exactamente la moda sostenible? Cuando se hace realidad, las empresas de moda sostenible recortan las emisiones de CO2, abordan la sobreproducción, reducen la contaminación y los residuos, apoyan la biodiversidad y se aseguran de que sus trabajadores reciban una remuneración justa y tengan unas condiciones laborales seguras. Sin embargo, esto es sólo una pieza del rompecabezas. Aunque las empresas deben cargar con la mayor parte de la responsabilidad, ya que son las que están detrás de los problemas sistémicos en primer lugar, hay cosas que los consumidores también pueden hacer para apoyar la sostenibilidad. Comprar el mismo número de artículos con la etiqueta de ‘sostenible’ no es suficiente, sino que es necesario replantearnos por completo los hábitos de consumo y compra. Aquí unos tips para mejorar nuestra forma de comprar ropa:

1. Comprar menos y comprar mejor.
Cada año se producen en el mundo 100 mil millones de prendas. Antes de hacer una compra, pregúntate a ti mismo: Comprar ropa que nos sirva, en lugar de servir a la ropa, puede marcar una gran diferencia.

2. Invertir en marcas sostenibles.
Comprar mejor también significa apoyar a los diseñadores que utilizan prácticas sostenibles, pero ojo: cuidado con las empresas que utilizan el término para hacer greenwash y vender más cosas. Investigando y haciendo que las empresas se responsabilicen de sus acciones, podemos apoyar a las que hacen el bien por el mundo.

3. Compra de segunda mano y vintage.
La ropa pre-amada y reutilizada es una forma estupenda de estar al día con las tendencias pero sin dejar de cuidar el planeta. Utilizando aplicaciones que atienden a estos sectores, como Depop, o acudiendo a bazares y ventas de garaje, no sólo reciclamos ropa, sino que apoyamos a los negocios locales.

4. Prueba la moda digital.
Por último, pero no por ello menos importante, ¿por qué no utilizar la tecnología en nuestro beneficio? No es ningún secreto que gran parte del atractivo de la moda es la necesidad de mantener las apariencias en línea, ya sea publicando una bonita historia en Instagram o bailando para un TikTok. Con la realidad virtual convirtiéndose en algo cotidiano, aplicaciones como DressX están atendiendo a la reinvención del consumo de moda a través de ropa digital que se puede poner encima de fotos y vídeos. Esto puede ofrecer una gran alternativa para el futuro de la moda, así que ¿por qué no probarlo?

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