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VIVIR EL EXILIO EN LA CIUDAD , 1928 POR VICTOR M. OROZCO O.

VIVIR EL EXILIO EN LA CIUDAD, 1928.

Víctor Orozco

Así titula su reciente libro Ricardo Melgar Bao. Aunque reduce los límites del estudio a un año y a la disputa política e ideológica librada entre Julio Antonio Mella y Víctor Raúl Haya de la Torre, dos conocidos protagonistas del mundo latinoamericano, en cuanto el lector se asoma a las primeras páginas, se da cuenta de que los conocimientos, las reflexiones y las inferencias del autor desbordan las fronteras establecidas en la portada. Si nos fijamos tan sólo en la copiosa nómina de personajes que desfilan por el texto así como en la variedad de orígenes nacionales de los mismos, nos damos cuenta de la amplitud y profundidad con la cuales el autor expone, busca vínculos, desentraña tramas y penetra en el alma de una época tan significativa para Latinoamérica. Como sucede siempre con las reseñas contenidas en espacios tan cortos, he de resignarme a exponer apenas unos cuantos trazos, espigados aquí y allá, de esta obra magnífica y sorprendente que brinda una cantidad de hallazgos, inferencias e inspiraciones actualísimas, por los tópicos sobre los que discurre

La polémica librada entre Víctor Raúl Haya de la Torre, peruano, nacido en 1895 y Julio Antonio Mella, cubano, nacido ocho años después, tuvo como escenario la ciudad de México, donde ambos se encontraban exiliados y desde donde combatían a las dictaduras de sus respectivos países. Haya, la de Augusto Leguía y Mella, la de Gerardo Machado. Por más que combatieron las posiciones y acciones políticas sustentadas o ejecutadas por cada uno con todos los argumentos a su alcance, hay un concepto usado dentro del riquísimo léxico de Melgar que los unifica: autoctonía política. Si bien la formación de ambos debió sus líneas fundamentales al marxismo, (abandonado luego por el peruano) la  preocupación central que los animó fue definir un modo de pensamiento y unas categorías útiles para explicar los procesos históricos ocurridos en las repúblicas surgidas de la desintegración de los imperios ibéricos. La revolución mexicana, olorosa todavía a pólvora, les prestó ejemplos y materiales insustituibles. México mismo era un gigantesco laboratorio histórico que atraía a intelectuales, revolucionarios, vanguardistas o simples curiosos de todo el mundo. Era, por otra parte, un lugar de refugio, para los perseguidos políticos, sobre todo de las dictaduras derechistas. El arte, la organización de las masas, los vientos culturales y educativos, todo era nuevo y estaba en marcha, por tanto el mejor de los ambientes para los debates sobre temas clave como el imperialismo, las luchas libertarias, los roles de los indígenas, las tácticas de lucha, las organizaciones partidarias.

El imperialismo norteamericano fue en los años veinte, de manera similar a los actuales el asunto de mayor relevancia para gobiernos, partidos e intelectuales. En febrero de 1927 se reunió en Bruselas el Congreso Mundial contra la Opresión Colonial y el Imperialismo. Además de ser el punto de quiebre ente Haya de la Torre y Mella fue escenario de la pugna entre la Comintern comunista y las otras visiones. Curiosamente, quien habló a nombre de las delegaciones latinoamericanas fue José Vasconcelos, no obstante que el gobierno callista fue de alguna manera patrocinador del evento. En el insólito discurso, el exsecretario de educación pública dejó constancia de su capacidad para mutar de piel. Además de declararse socialista, dijo entre otras cosas: “El más importante esfuerzo del imperialismo está hoy dirigido hacia Sudamérica (entonces se comprendía a México)…En el interior tenemos a los latifundistas, tenemos al despotismo militar destruyéndonos junto con esas fuerzas de corrupción y desintegración …aliadas de los imperialistas que vienen al angustiado país a comprar todo aquello que los traidores están siempre listos a despilfarrar”. ¿Suenan acaso extrañas estas palabras en nuestros días?.

Por los tiempos de la polémica, Nicaragua había sido invadida por las tropas norteamericanas y César Augusto Sandino encabezaba la resistencia armada, convirtiéndose en un símbolo para los antimperialistas latinoamericanos. Tanto Mella cómo Haya de la Torre y sus respectivas organizaciones, el Partido Comunista y la APRA, se comprometieron a enviar combatientes a pelear al lado de los patriotas nicaragüenses. Con vistas a unas elecciones preparadas, la ruptura, sin embargo fue inevitable. El dirigente peruano promovió su participación en una comisión de vigilancia, junto con José Vasconcelos. Mella, en consonancia con la postura de Sandino, denunció el carácter amañado y fraudulento de tales comicios, junto con la postura oportunista de los apristas. También aquí la disputa toca cuestiones siempre actuales.

La disputa entre el político e ideólogo peruano y el revolucionario cubano, revela una antigua diferencia entre militantes con diferente contextura y objetivos. Haya de la Torre fue un político, interesado fundamentalmente en el poder. Vivía planeando su retorno triunfal al Perú para ocupar la presidencia. Fundó en México la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) organización cuya ambigüedad le permitía ser a la vez un  frente y un partido político, llena de símbolos y con aspiraciones de constituirse en una especie de internacional latinoamericana opuesta al imperialismo norteamericano y animadora de poderosos movimientos sociales bajo la égida de gobiernos populares o populistas. Estos rasgos le acercaban al régimen posrevolucionario mexicano, encabezado por Plutarco Elías Calles, quien se confrontaba por esos años con el gobierno y  empresas norteamericanas al defender los recursos petrolíferos del país. Haya de la Torre era además un ideólogo, emparentado intelectualmente con José Vasconcelos. Su rechazo al latinoamericanismo, al panamericanismo, al hispanoamericanismo por sus matrices ligadas a los imperios francés, norteamericano y español respectivamente, responde a esta autoctonía referida por Melgar Bao, de donde brota su propia propuesta, para alzar la bandera del indoamericanismo. ¿No está allí el lema de la UNAM: Por mi raza hablará el espíritu?.  La idea, por otra parte, fue compartida por otros intelectuales de altos vuelos, como José Enrique Rodó, José María Vargas Vila, Manuel Ugarte, José Ingenieros y Alfredo Palacio, según lo señala el autor.

Mella en cambio, era un ejemplo clásico del militante y organizador comunista de la III internacional fundada por Lenin y cabalgada por Stalin. Entregado a la lucha lo mismo en Cuba que en México, tenía los ojos, el cerebro y el corazón puestos en el proyecto revolucionario. Despreciaba las maniobras políticas de su antagonista y las denunció como meros instrumentos para hacerse del poder y continuar con la explotación de las masas. A Mella, talentoso y perspicaz, quizá la faltó tiempo para entender hechos y fenómenos típicamente latinoamericanos –concepto y gentilicio que al fin se impuso- como el peso y la función de los movimientos indígenas. Ricardo Melgar Bao nos dice que no alcanzó a leer por ejemplo la obra clásica de Mariátegui en la cual el reconocido marxista peruano discurrió ampliamente sobre el tema. El asesinato de Julio Antonio Mella en 1929, (¿Los agentes de Machado, de Stalin?) cortó en sus inicios la carrera de este excepcional dirigente revolucionario, apuntado para ser uno de los grandes líderes ideológicos y políticos del continente.

Como de pasada, Melgar Bao consigna la impronta machista de casi toda la izquierda en la época. Entre sus valores de mayor aprecio, estban la virilidad, la valentía propia del hombre y el desdén por los homosexuales y por cualquier rasgo considerado femenino. Políticos, caudillos, soldados de la revolución representaban tales modelos y estigmas. Llegaron, hasta bastantes décadas posteriores y abarcaron también la mentalidad de las mujeres. Recordemos a la Doña, María Félix, lanzando uno de sus peores improperios a Carlos Fuentes llamándole “mujeruco”. Mella, al igual que Diego Rivera, por mencionar un caso notorio, padecen de esta fobia. El primero hace gala de ella apodando “barbilindos” a los intelectuales con inclinaciones hacia su mismo sexo y el segundo no ceja en sus burlas. Por cierto, Melgar quizá no resistió incluir una picante réplica de Salvador Novo al famoso pintor, cuando Lupe Marín, su esposa, lo abandonó por el poeta Jorge Cuesta, mientras Rivera viajaba por Rusia. Dice el punzante escritor en unos versos de un largo poema al que tituló La Diegada: “Catástrofe horrible que nada consuela/deplórenlo todos por la/Guada Lupe/del pobre Juan Diego no prende la vela/y en seco se proyecta lo poco que escupe…. Dejemos a Diego que Rusia registre/dejemos a Diego que el /dedo se chupe/vengamos a Jorge, que lápiz en ristre/en tanto, ministre sus jugos a Lupe/Repudia a la vaca jalisca y rabida/ la deja en mano del crítico ralo/ y va y/ le echa un palao a una que sé Kahlo/apellida y se llama —cojitranca Frida”.

Ricardo Melgar Bao. Vivir el Exilio en la Ciudad, 1928. V.R Haya de la Torre y J.A.Mella. Sociedad Cooperativa del “Taller Abierto”, S.C.L. México 2013.

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La valentía de ser uno mismo. Por Itali Heide.

La mayoría de los días, odio mi cuerpo. Algunos días aparece como un disgusto pasivo, mientras empujo las inseguridades que viven dentro de mí a un segundo plano. Otros días, consume mi mente. El aspecto de cada uno de mis rincones me atormenta los días en los que no soy capaz de mirar más allá del físico de mi existencia.

Es especialmente difícil cuando me considero feminista y positiva con respecto al cuerpo. ¿Cómo puedo apoyar y amar el cuerpo de los demás y, sin embargo, encontrar espacio para odiar el mío? Parece casi hipócrita, pero no puedo encontrar la manera de evitarlo.

Me levanto por la mañana y decido que hoy me voy a querer a mí misma. Me ducho, me maquillo, me pongo un atuendo con el que me sienta feliz y luego pierdo toda la confianza en mí misma cuando me veo en el espejo. Tal vez tenga algo que ver con el hecho de que he ganado más de un kilo desde la cuarentena. Pero lo más probable es que tenga que ver con el hecho de que seguimos siendo bombardeados con estándares imposibles a los que nos hacemos responsables, incluso cuando no exigimos a los demás el mismo estándar.

No todos los días son así. A veces, mi maquillaje se ve justo como quiero. Mi outfit parece haber sido elegido por un estilista. La confianza en mí misma se dispara en esos días, aunque son poco frecuentes. En esos días, aprovecho al máximo lo que soy. Quién sabe, quizá en los días malos recuerde quién era cuando me sentía yo misma.

Al fin y al cabo, cuando más nos sentimos como nosotros mismos estamos contentos con nuestro aspecto, ¿no? Ni siquiera tiene una correlación con el físico, pero impacta directamente en la forma en que nos sostenemos y nos sentimos cuando entramos por la entrada de algún lugar. Parece que pensamos que todo el mundo es perfecto. Nos fijamos en lo que no tenemos en los demás, e ignoramos lo que sí tenemos cuando los demás no lo tienen. Parece ser la naturaleza humana, pero me gusta creer que nos hemos enseñado a pensar que la perfección es la única forma de ser.

Los estándares de belleza han existido desde que la humanidad ha dado valor a la apariencia de las personas (especialmente a la mujer). El poder que tiene sobre nosotros es asombroso, sobre todo si tenemos en cuenta que hemos borrado el cuerpo humano natural de la existencia y lo hemos sustituido por un cuerpo de modelo que se supone que representa la mejor versión de nosotros mismos. La verdad es que la mejor versión de nosotros mismos no necesita dietas, ejercicio excesivo, photoshop, filtros y poses incómodas.

¿Qué necesita realmente la versión auténtica de nosotros mismos? Necesita correr, explorar, tocar, sentir, llorar, reír, aprender y ser libre. Nuestro cuerpo está hecho para mucho más que para convertirse en una estatua de los estándares de belleza, y a menudo nos olvidamos de ello. Nos negamos a salir de nuestra habitación sin maquillaje, sin un atuendo que nos haga sentir seguros, sin algo que cubra la autenticidad que nos hace ser quienes somos.

Quien eres, es quien estás destinado a ser. Si quieres ponerte delineador de ojos, adelante. Si quieres llevar capa y vestido, hazlo. ¿Quieres ir al gimnasio y ponerte musculoso? Nadie te lo impide. La vida es un juego y tú eres el avatar que tienes la suerte de personalizar. Sin embargo, no olvides que eres igual de valioso sin todas esas cosas. El mundo está hecho para ser disfrutado, y nada superficial te dará las herramientas necesarias para sentirte realmente feliz en el mundo. Sé tú mismo, pero no olvides que eres más que lo que aparentas ser.

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El precio caro de la moda barata, Por Itali Heide

La vida moderna en la era del hipercapitalismo está llena de daños medioambientales inevitables – desde viajar en avión, los plásticos de un solo uso, hasta los pedidos de comida a domicilio – la contaminación parece ser algo natural para nosotros en esta época. Cuando se trata de la ropa que usamos, a menudo los impactos son menos que obvios.

La industria de la moda produce el 10% de todas las emisiones de carbono de la humanidad, lo que le ha valido ser de los mayores consumidores de agua y contaminar los océanos de la Tierra con peligrosos microplásticos, que acaban en nuestras playas y llegan al interior de los cuerpos de las criaturas que llaman al mar su hogar. La industria que nos ha mantenido al tanto de los trends en el mundo de la moda es el segundo mayor contaminante del mundo, solamente detrás de la industria petrolera. Entre más crece la industria, el daño medioambiental empeora de forma exponencial, también.

A medida que los consumidores alrededor del mundo compran más ropa, especialmente de empresas de fast fashion barata cuya popularidad no deja de aumentar, como Shein, Fashion Nova y Zara, por nombrar sólo algunas, el peaje para el medio ambiente se hace notar. La gente no sólo compra más del doble de ropa que a principios del milenio, sino que además conserva la ropa la mitad de tiempo.

Las tendencias cambiantes y la necesidad constante de validación alimentan la necesidad de comprar más y más, lo que conduce a una relación tóxica entre el consumidor y la empresa. Cuanto más compramos, más sufre el mundo y más validamos a las empresas que se aprovechan de nuestras inseguridades y de nuestra necesidad de impresionar constantemente.

La industria textil y de la moda tiene una cadena de suministro larga y compleja, que empieza en la agricultura y la producción petroquímica, hasta la fabricación, la logística y la venta. Cada proceso conlleva su propio conjunto de pesadillas, ya sea el impacto medioambiental o humano, ya que la industria explota a miles de personas en países de bajos ingresos por unos pocos centavos. Los impactos vienen en todas las tonalidades del arcoiris, empeorando a medida que el mundo sólo continúa por su camino orientado al consumo, en lugar de tomar las medidas necesarias para mejorar el futuro de la industria.

Entonces, ¿qué se puede hacer para frenar la contaminación? Puede que sea demasiado tarde para borrar todo el daño causado, pero nunca es demasiado tarde para mejorar. La moda sostenible es la respuesta, pero es un término que se utiliza cada vez más (y de forma exagerada) y que no suele estar respaldado, ya que las empresas prefieren utilizarlo para dar un lavado verde a su marca y (como es lógico) vender más ropa. La verdadera moda sostenible significa comprar menos y comprar de forma más inteligente, aunque hay muchas más cosas que pueden englobarse en este término.

¿Qué significa exactamente la moda sostenible? Cuando se hace realidad, las empresas de moda sostenible recortan las emisiones de CO2, abordan la sobreproducción, reducen la contaminación y los residuos, apoyan la biodiversidad y se aseguran de que sus trabajadores reciban una remuneración justa y tengan unas condiciones laborales seguras. Sin embargo, esto es sólo una pieza del rompecabezas. Aunque las empresas deben cargar con la mayor parte de la responsabilidad, ya que son las que están detrás de los problemas sistémicos en primer lugar, hay cosas que los consumidores también pueden hacer para apoyar la sostenibilidad. Comprar el mismo número de artículos con la etiqueta de ‘sostenible’ no es suficiente, sino que es necesario replantearnos por completo los hábitos de consumo y compra. Aquí unos tips para mejorar nuestra forma de comprar ropa:

1. Comprar menos y comprar mejor.
Cada año se producen en el mundo 100 mil millones de prendas. Antes de hacer una compra, pregúntate a ti mismo: Comprar ropa que nos sirva, en lugar de servir a la ropa, puede marcar una gran diferencia.

2. Invertir en marcas sostenibles.
Comprar mejor también significa apoyar a los diseñadores que utilizan prácticas sostenibles, pero ojo: cuidado con las empresas que utilizan el término para hacer greenwash y vender más cosas. Investigando y haciendo que las empresas se responsabilicen de sus acciones, podemos apoyar a las que hacen el bien por el mundo.

3. Compra de segunda mano y vintage.
La ropa pre-amada y reutilizada es una forma estupenda de estar al día con las tendencias pero sin dejar de cuidar el planeta. Utilizando aplicaciones que atienden a estos sectores, como Depop, o acudiendo a bazares y ventas de garaje, no sólo reciclamos ropa, sino que apoyamos a los negocios locales.

4. Prueba la moda digital.
Por último, pero no por ello menos importante, ¿por qué no utilizar la tecnología en nuestro beneficio? No es ningún secreto que gran parte del atractivo de la moda es la necesidad de mantener las apariencias en línea, ya sea publicando una bonita historia en Instagram o bailando para un TikTok. Con la realidad virtual convirtiéndose en algo cotidiano, aplicaciones como DressX están atendiendo a la reinvención del consumo de moda a través de ropa digital que se puede poner encima de fotos y vídeos. Esto puede ofrecer una gran alternativa para el futuro de la moda, así que ¿por qué no probarlo?

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