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EL CIELO SALVE A NUESTRO PAIS

 

Luis Ochoa Minjares

 

   El capitalismo salvaje, -como lo llamó en alguna ocasión el ahora Santo Juan Pablo II-, empieza a subir el volumen a los tétricos tambores de guerra, de lo que sería la tercera, y a lo mejor la última guerra mundial, acosado cada día con mayor furia por la rebelión universal del mundo colonial que ya no soporta ser explotado, saqueado ni humillado.

 

   No hay metrópoli sin colonias, atestigua la historia de la humanidad. ¿Qué hubiera sido del imperio romano, si las inconmensurables riquezas, el exagerado esplendor no fueran sustentados, todo ello en la explotación y saqueo de sus incontables países colonizados? ¿Qué será del actual capitalismo salvaje si el mundo colonial se sacude su tutela?

 

   Lo grave es que el capitalismo salvaje y deshumanizado se sustenta en la riqueza de las colonias y se mantiene con las guerras periódicas, que lo sacan de las etapas de crisis como las que vive ahora. Y por algo empiezan a escucharse los tambores de guerra en los confines del mundo.

 

   Si nosotros no podemos o no sabemos como acallar esos tétricos tambores, que sea el santificado Juan Pablo quien, desde El Cielo el que nos proteja, resguarde y nos libre de una tercera y última catástrofe que intenta desatar el capitalismo salvaje.

 

FUENTE OVEJUNA,

“TODOS A LA UNA”

 

   El Centro Histórico de Ciudad Juárez, una de las principales y más pobladas urbes fronterizas chihuahuenses, ha sido convertido en un gigantesco patio de maniobras del imperio ferroviario del vecino país del norte, tirando al bote de la basura la “buena vecindad”, el falso parentesco de los “primos” y, lo más grave e imperdonable, pisoteando nuestra soberanía nacional.

 

   Desde hace treinta largos años plantemos en varios artículos la necesidad a largo plazo de resolver tres problemas que impiden el rescate del centro histórico y la modernización de esa ciudad fronteriza: primero, sacar las vías del ferrocarril del centro de la ciudad, segundo, dotar a la ciudad de drenaje pluvial y, tercero, entubar o sacar del centro la Acequia Madre que durante tres meses corre el agua y el resto del año se convierte en un inmenso depósito de basura.

 

   El tiempo pasó y se agregó otro problema que impide la transformación y modernización pronta de esa urbe fronteriza, el problema de su ingobernabilidad, debido al crecimiento desmesurado de su población, mayoritariamente la llamada población flotante que emigra del interior del país en busca de mejores horizontes.

 

   La expulsión de las vías ferroviarias del centro histórico fue sustituida desatinadamente por túneles y pasaos a desnivel que profanaron el corazón y las entrañas de la Heroica Ciudad Juárez y perpetuaron las esperanzas de rescatarla del imperio ferroviario con insaciables urgencias expansionistas. Solo queda el riesgo latente de que, como en Fuentes Ovejuna, los fronterizos, “todos a la una” solucionen el problema.

 

EL “TRICOLOR” Y SU

PUNTO VULNERABLE

 

    Durante una revisión general de los flancos vulnerables del partido mayoritario de los mexicanos, el tricolor, se encontró una fortaleza esperanzadora con vistas al futuro, y particularmente hacia los comicios más cercanos del 2015 y el 2016, excepto en su aparato de comunicación social tocante a sus escasos articulistas, comentaristas y analistas, frente a la cauda de que disponen otros partidos, especialmente la derecha.

 

   Con este motivo nos tomamos la libertad de pedir a la licenciada Verónica Palafox, diligente coordinadora de comunicación social del comité municipal del PRI allá en Ciudad Juárez, hiciera llegar a las alturas del partido un proyecto de concursos de articulistas, cartonistas y fotógrafos a fin de nutrir esa rama de la comunicación colectiva acordes con la doctrina tricolor.

 

   En tiempos pasados “El Institucional”, entonces órgano del PRI convocó a la feligresía y fue asombroso el recurso y la riqueza de talentos escondidos en las nutridas filas partidistas. No sería deseable que en los próximos procesos electorales la oposición de extrema derecha y las chivas locas de las numerosas  “izquierdas” envenenaran el ambiente y desorientaran a los votantes con sus estridencias y diatribas.

 

   En materia de comunicación colectiva lo último que se publica es lo que queda vigente en la opinión. Y si es una soflama y no se refuta desorienta. El artículo editorial, la caricatura y las gráficas, son instrumentos de la comunicación masiva para educar, orientar e informar.

 

ENTRA Y SALE COMO

PEDRO POR SU CASA

 

   Don Felipe Mesta uno de los pocos pero firmes lectores que gusta de opinar para no tragarse la bilis, aunque algunas de sus opiniones no las compartamos, tiene el derecho de opinar: Don Luis, Chihuahua y su actual gobernante César Duarte, al igual que tres o cuatro mandatarios más, entra y sale como Pedro por su casa en las entrañas y altas esferas de los tres poderes de la unión.

 

   Me llenó de orgullo como chihuahuense que la semana pasada Duarte regresara de chilangolandia portando un vistoso diploma otorgado por la comisión ecológica de la cámara de diputados por su acierto al edificar en pensiones civiles el primer lugar ecológico que servirá de pauta al resto de los estados para purificar el ambiente. Una de cal por las que van de arena de sus gratuitos malquerientes y difamadores. Lo saludo Felipe Mesta.

 

ELENISIMA Y

ENRIQUISIMO

 

   Muy comentado el mensaje del presidente Peña Nieto con motivo del premio otorgado a doña Elena Poniatowska por los reyes de España, mensaje breve pero lleno de contenido y ejemplo del buen uso que debemos darle a la maravillosa red de redes y digno de recorrer todo el caber espacio para ejemplo a seguir.

 

   Como se sabe, doña Elena elevó a Tina Modotti a la sublimidad al escribir su biografía y denominarla “Tinísma”. Con su libro, sin quererlo, doña Elena se elevó a la categoría de “Elenísima”.

 

   Y por los efectos y comentarios acerca del mensaje presidencial felicitando el triunfo de la Poniatowska en su cuenta del tuiter, Peña nieto elevó su nombre de Enrique a “Enriquísimo”, según nos comenta doña Carolina González, maestra jubilada.

 

MOROS CON

TRANCHETE

 

   Ciertos ciudadanos  ven moros con tranchete en cualquier acto de gobierno, hecho político o dicen leer entre líneas cosas que solamente anidan en su desbordada imaginación. Tal es el caso del “aproach” que la semana pasada tuvieron los alcaldes de Juárez Enrique Serrano, de Chihuahua Javier Garfio Pacheco y de Hidalgo del Parral Miguel Jurado Contreras, con el objeto de coordinar y fortalecer las acciones de esos municipios en contra de la delincuencia.

 

   Como llevaron de invitado al mandatario estatal, fue motivo suficiente para darle otro carácter a tal encerrona: fue un acto político estratégico y de fortalecimiento con miras a la ya cercana jornada electoral del 2015. Coordinar los tres municipios más grandes y poblados no constituye ningún delito electoral, pero si hacen cosquillas a los demás partidos que duermen el sueño de los justos.

 

   El colmo fue que una respetable pero sedicente pitonisa, astróloga o adivinadora vio en el citado acto político, no moros con tranchete sino tecolotes en los alambres: Fíjese don Luis, los hombres o mujeres cuyo primer nombre tiene el mismo número de letras que el primer apellido, poseen ciertas cualidades y un futuro singular.

 

  Cuente usted las letras del nombre y el apellido de los tres alcaldes citados, y si tienen el mismo número de letras, no los pierda de vista. Y ahí tienen al ingenuo contando las letras de Serrano, Garfio y Jurado. Igual número de letras que sus nombres. LOM.

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¿México lindo y querido? Por Itali Heide

Itali Heide

Estoy orgullosa de muchas cosas que han salido de mi país. Me alegra decir «soy mexicana» en cualquier otro lado porque siempre hace sonreír a alguien e invoca una fiesta. Estoy orgullosa del pozole y de las enchiladas. Me siento feliz al ver las calles coloridas y las sonrisas amables dibujadas en los rostros de la gente en cada pueblo del país. Me siento orgullosa de muchas cosas, pero dentro de la suerte que siento por haber nacido en México, también estoy tremendamente triste por lo que el país ha crecido en su ser profundo.

Me da miedo ir caminando y encontrar un cuerpo con huellas de violencia tirado en medio de la calle. Me aterran los silbidos y comentarios inapropiados que nos persiguen a mí y a otras mujeres a donde sea que vamos. Me entristece la pobreza fomentada por cuestiones sistémicas que la política se niega a reconocer. Odio ver cómo el racismo y el clasismo viven cada día a través de nosotros. Odio ver cómo la corrupción, la violencia, el crimen y la envidia se apoderan del amor, la calidez, el impulso y el talento que vive en el corazón de la mayoría de los mexicanos.

Por mucho que ame a mi país, también soy capaz de encontrarle defectos. A veces, quiero empacar mis maletas y largarme de aquí, pero si eso es posible o no, ni siquiera es la cuestión. Tal vez no debería de considerar la posibilidad de irme, sino considerar formar parte de las olas de cambio que podrían crear una corriente de desarrollo a largo plazo en un océano de potencial sin explorar. Es un riesgo, por supuesto, como quizá advertirían muchas personas encontradas en bolsas de basura que no han vivido para contarlo. Pero alguien tiene que hacerlo.

¿Cómo es posible que un lugar con tantos paisajes naturales hermosos, culturas indígenas preservadas, una gastronomía maravillosa, ciudades en expansión, economías en crecimiento, comunidades prósperas y escenas artísticas en auge esté plagado de amenazas ecológicas, racismo, hipercapitalismo, pobreza cada vez mayor y clasismo sistémico? Parece un oxímoron social, pero la verdad es que México es un país profundamente problemático porque nosotros lo hemos hecho así.

Permitimos que los programas de televisión que muestran a las mujeres como objetos sexuales llenen nuestras mentes, descuidamos la educación para llenar los bolsillos de nuestros políticos con dinero extra, ignoramos a quienes creemos que están por debajo de nosotros para promover nuestras propias necesidades egoístas, dejamos que la tierra se disipe lentamente para satisfacer nuestros deseos inmediatos, adoramos el suelo que personajes cuestionables ponen ante nosotros y tomamos decisiones que alejan al país de ser lo que podría ser, todo en nombre del «progreso».

Somos egoístas y corruptos, por decirlo en términos sencillos. Podemos celebrar las muchas cosas que amamos de nuestro país, pero no olvidemos las miles de cosas en las que debemos trabajar para que México sea realmente amado. Al final del día, no tenemos a nadie más que a nosotros mismos, las personas con el poder de cambiar las cosas, para culpar de lo que ha sucedido a todos los que no tienen más remedio que seguir el camino por el que México camina.

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¿Qué tan mexicanos somos? Por Caleb Ordóñez T.

La gente se agolpaba, entre gritos de “¡Viva México!” y alargando sus brazos para pasar a la distancia más cercana de “la gran campana”, miles y miles de personas disfrutaban de la fiesta más mexicana del año. Un día tan especial que nos recuerda los valores patrios que han marcado nuestra mente desde la infancia. Entre esa amalgama, se agolpan los recuerdos que recorren nuestras fibras más internas de las entrañas.

Los lunes de cantar el Himno Nacional y saludar a la bandera; los momentos cuando en voz alta declamábamos el juramento a esa insignia nacional: “Bandera de México, legado de nuestros héroes, símbolo de la unidad de nuestros padres y de nuestros hermanos, te prometemos ser siempre fieles a los principios de libertad y de justicia que hacen de nuestra patria, una nación independiente, humana y generosa a la que entregamos nuestra existencia». Seguido del llamado: «¡Firmes, ya!», instrucción de alguien con autoridad que gritaba para culminar la tradición que viene desde el “saludo romano”.

Por Caleb Ordóñez T.

 

Cada año, el 15 de septiembre se convierte en un momento que nos enfrenta a nuestra mexicanidad.

José Alfredo Jiménez, el poeta del pueblo, lo relataba con un cántico lleno de orgullo: “Viva México completo, nuestro México repleto de belleza sin igual. De esta tierra que escogió para visitarla la virgen del Tepeyac”.

Ser mexicano es para la mayoría, un honor. A pesar de nuestras diferencias, es común que un mexicano se abrace con otro cuando la Selección Mexicana le atesta un gol a la poderosísima selección de Alemania en un Mundial de futbol, como sucedió en Moscú, en el 2018.

Pero el 15 de septiembre es una fecha sin igual. El pozole se prepara a lo lago y ancho del país, recordándonos nuestros colores, olores y sabores. El mariachi tendrá que resonar llegando a hacer un eco imposible de detener; nos recuerda las raíces, los sones y los cantos que nos han dado identidad alrededor del mundo. ¡Qué alegre es la noche que recordamos nuestra independencia!

¿Qué tan orgullosos estamos?

Pregunté en un grupo de Whatsapp, con queridos amigos. Esos grupos donde comúnmente se habla de todo lo que sucede día a día: “¿Ustedes se sienten igual, más o menos mexicanos que cuando eran niños?”. De pronto, reinó un silencio, que estoy seguro, hacía reflexionar a quienes leyeron la incómoda (o también poco interesante) pregunta.

Uno de los participantes del grupo contestó algo que llamó mi atención poderosamente: “Igual de mexicano, pero menos orgulloso de México”.

«¿Por qué estás menos orgulloso de México?», le pregunté, tratando de explicarme esa dualidad entre sentirse orgullosamente mexicano, pero decepcionado de su país. La respuesta que me daba Andrés fue potente: “Porque ya vimos que sea quien sea (gobierno), la corrupción está muy arraigada. Casi nadie respeta las reglas. Ya no hay civismo…”, siguió escribiendo una serie de sucesos que vivimos, incluso en el equipo de futbol al que pertenecemos.

Recuerdo haber platicado alguna vez de este tema con el mundialmente conocido escultor Enrique Carbajal, mejor conocido como “Sebastián” (a quien tengo el honor de llamar amigo). En esa ocasión, el gran artista nos mostraba su preocupación por que el sentido de la “mexicanidad” se iba diluyendo de manera significativa. La pequeña mesa que escuchábamos al maestro coincidimos en que las nuevas generaciones han sufrido la idea clara de la importancia de ser mexicanos, con toda la extensión de la palabra.

Sebastián, siempre ecuánime, nos explicó sobre la obra que “levantó” en Ciudad Juárez, Chihuahua, la cual fue llamada “La equis”. “Se trata de retomar el mestizaje, el crisol entre la cultura española y mexicana. Se trata de un color que ha marcado nuestra tierra, el rojo, de sangre y batallas cruentas. Se trata de recordar que una “X” es el símbolo de la diferenciación del lenguaje de los conquistadores que se aferraban con la “J” en medio de la palabra de nuestro país”.

Nunca olvidaré esa extensa y apasionada explicación de su obra. Sus ojos mostraban el furor que tenía al hablar de retomar nuestros principios y luchar por ellos. No habló de partidos políticos, gobiernos o divisiones sociales. Sino de volver a esa idea que de niños nos forjaron, a ese momento que definió nuestro civismo y la defensa de nuestros valores patrios.

Este día por la noche, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador dará su tercer “Grito de Independencia”. Lo hará frente a la plaza que le ha dado mayores triunfos y recuerdos de alegría: El Zócalo de la Ciudad de México. Paradójicamente, una vez más, tendrá que ser con un aforo muy limitado, muy lejano a los cientos de miles que durante años han coreado su nombre y lo han exaltado a fin de que llegara al puesto que hoy ostenta.

Llegamos a un 15 de septiembre con una pandemia que nos sigue amenazando y que a muchos nos ha dejado fuertes secuelas de salud, tristeza y duelo. Llegamos sobreviviendo a dificultades económicas, psicológicas y otros flagelos.

En una polarización infinita, una ardua pelea entre bandos que teniendo exigencias justas, llegan a la ofensa y el linchamiento entre unos y otros.

Pero México sigue estando de pie. Un país resiliente, que se ha levantado de las desgracias más complejas y dolorosas.

Ser mexicano va más allá de nuestras torpezas o errores, de nuestro ingenio y humor. Tiene que ver con principios básicos que aunque muchos olvidamos, podemos volver a ellos. Finalmente, el amor en conjunto hacia el país, será el que restaure a una nación que se crece en medio de la sangre, la violencia y el dolor.

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